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El gran historiador de la lectura, en la silla de Groussac y Borges

Entrevista a Alberto Manguel, designado ayer como director de la Biblioteca Nacional.

Sus modelos de biblioteca son las de Colombia y México, donde también cumplen una función educativa.

 

FUENTE: Diario Clarin / Por Matilde Sánchez (18/12/2015)

 

“Llevo muchos años fuera del país pero me interesé profundamente en las bibliotecas actuales y en Argentina. Lo primero que haré será consultar a quienes trabajan ahí para ver de qué manera el director puede ayudar para continuar lo mejor”; estas palabras conciliadoras fueron el inicio de la conversación telefónica con Alberto Manguel, ayer temprano desde Nueva York, al conocerse que aceptaba la designación de director de la Biblioteca Nacional. Para el escritor admirable de ensayos sobre la lectura, el bibliófilo exquisito, acaso el más global de nuestros escritores y nunca del todo reclamado por la tradición nacional, el ofrecimiento llega como una gran sorpresa, que, sin embargo, parece un capítulo predestinado en su biografía: “Todo libro tiene algo de elegía, escribimos para recordar lo que creemos que se ha perdido. Pero esto va más allá, implica volver a recuperar mi país, durante décadas habitado por fantasmas para mí. No es tanto cerrar un círculo como completar un impulso de la memoria, tratar de recuperar todo lo que ese tiempo me dio”.

Alberto Manguel pasa estos meses en Nueva York, donde dicta un semestre sobre Borges en lasuniversidades de Princeton y Columbia, dentro de los homenajes por los 30 años de su muerte, a mediados de 2016. Recuerda así su primera escena en la Biblioteca Nacional que ahora dirigirá: “Cuando conocí a Borges en la librería Pygmalion, en 1964, él me invitó a las lecciones de anglosajón que daba en su despacho de director, en la calle México. Participé durante un tiempo y durante años me convertí en uno de quienes le leíamos. ¿Quién podía decirme que, medio siglo después, iba a encontrarme en esa misma posición? Ojalá sigan estando la silla y el escritorio que él usaba y que pertenecieron a Paul Groussac”.

 


Además de sus méritos como autor y como gran figura de lector omnívoro y cosmopolita, la elección de Manguel resulta virtuosa porque elude los antagonismos de estos años. En la charla Manguel destacó aciertos del último director, el ensayista Horacio González, y no comentó estos diez años de alta politización y tertulias oficialistas de los intelectuales de Carta Abierta. “Hubo muchos proyectos excelentes que espero podamos conservar. Sobre todo veo la nueva etapa de la Biblioteca Nacional en el centro de distintas iniciativas, en colaboración con otras áreas educativas, brindando extensión y apoyo –indicó el ensayista–. También me importa, en carácter de prioridad, retomar el proyecto de digitalización del patrimonio, que fue demorado. Miremos hacia delante”.

 

- ¿Cuál es el modelo internacional más indicado para la BN?

 

- Primero, yo no veo la Biblioteca aislada de otras tareas culturales del país. Hay varios modelos; el de la biblioteca de Colombia es uno de los que más me entusiasma porque ampliaron la red de bibliotecas trabajando hacia la eliminación de analfabetismo, con tareas asociadas al Ministerio de Educación. También es modelo el proyecto de la Biblioteca de México, asociada a la agencia Conaculta. Apoyaron la creación de salas de lectura con entidades creadas por particulares interesados en promoverla. Esto no es teórico: ha hecho bajar los niveles de violencia en zonas muy conflictivas; es una demostración del poder del libro para sanar la sociedad. En un país dictatorial como Arabia Saudita, se lanzaron campañas de lectura que empiezan lentamente a dar conciencia sobre los postergados derechos femeninos.

 

- Buena parte de sus libros despliegan la historia de la lectura y la vida de las bibliotecas. Una de las deudas de la BN ha sido el proyecto de digitalizar el acervo, lo que implicaba una modernización profunda.

 

- La digitalización para mí es una prioridad, particularmente en un país tan extenso como Argentina. Las bibliotecas digitales no reemplazan el libro impreso pero son fundamentales. En el previo gobierno una de las cosas bien hechas fue extender el acceso a Internet. Habrá que trabajar mucho más para que esto se complete; es prioritario retomar ese proyecto que permitirá a los lectores usar el acervo por vía digital.

 

- Es enorme el reto de ubicar la BN como motor de la continuidad de la lectura, por los nuevos hábitos del ocio. En estos años, la apuesta por la renovación de los públicos en la BN se dio sobre todo transformándola en centro cultural.

 

- Me parece muy bien que la BN sea un centro cultural sin olvidar lo que atesora. Tenemos una idea de la biblioteca como la institución que conserva los libros con mucho resguardo frente a los lectores. El escritor italiano Primo Levi describe a un bibliotecario que custodia libros y no los quiere compartir. Pero desde Alejandría en adelante, la Biblioteca nunca fue un centro exclusivo de conservación de rollos; albergaba y compartía tabletas anteriores, esculturas, mapas, imágenes. La gente iba allí a conversar y reunirse; tenía este aspecto de plaza pública. La Biblioteca debe saber ser muchas cosas sin olvidar que es la memoria de la identidad de sus lectores. Debe reunir textos en todas las versiones en que se produzca, desde manuscritos a digitales; debe ofrecer cómics hasta las ediciones más cuidadas. Cuando la biblioteca extiende su acción, se convierte en muchas otras cosas pero logra penetrar más.

 

- A usted no se le escapa que en su historia reciente la BN afrontó luchas gremiales épicas. Hay capas geológicas de personal y sectores supernumerarios. ¿Se habló ya del presupuesto?

 

-Son días tempranos para eso; no puedo responder pero confío. Y tengo claro que toda gran biblioteca es una organización burocrática enorme, la tarea más pesada siempre.

 

- Usted recuerda al Borges de los años 60, al frente de la BN. Pero se sabe que quien picaba piedra era su segundo, el excepcional José Edmundo Clemente. ¿Qué le contaba Borges de sus tareas?

 

- Hay que decir que el bibliotecario en verdad era Clemente, sí. Borges simbolizaba, con el máximo brillo, todo lo que una gran biblioteca representa. Quien se ocupaba de las mil cosas era Clemente, un hombre simpatiquísimo y una figura a redimir.

 

-¿Cómo interpreta este regreso a las fuentes en su propia biografía?

 

-Haber recibido esta invitación cuando me faltan dos años para cumplir los setenta me parece providencial. Es un enorme honor y al mismo tiempo, me intimida y me hace reflexionar. Lo sé, el paraíso es un lugar que hemos perdido. Todos los libros tienen algo de elegía, escribimos para recordar lo que creemos perdido y leemos por la misma razón. Todo lo que soy y lo que he escrito en mi vida empieza en Buenos Aires, en las librerias de la calle Corrientes y en Pygmalion, en ese encuentro con Borges y en sus clases, también en la querida Biblioteca del Maestro. Esa Argentina fue un país de fantasmas para mí, por los amigos y profesores que perdí en la dictadura. Ahora todo eso me será devuelto.

 

Con independencia de su designación, Manguel había convenido que abriría la Feria del Libro de Buenos Aires en 2016: dará su conferencia en abril. La fecha de su mudanza a Argentina todavía es incierta pero estima que será a partir de mediados de junio.


Manguel Básico

 

Bibliófilo y erudito, Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) creció en Tel-Aviv, donde su padre fue el primer embajador argentino en Israel. A los 16 años, mientras trabajaba en la librería Pygmalion, en Buenos Aires, conoció a Borges, que ya ciego le pidió que leyera para él en voz alta. Lo hizo por tres años. Dejó la Argentina en 1969 y trabajó como editor y lector para casas editoriales. En Italia, junto a Gianni Guadalupi, escribió la Guía de lugares imaginarios, su primer éxito internacional. En 1982 se instaló en Canadá. En 1992, su primera novela, Noticias del extranjero, ganó el premio McKitterick en Inglaterra. Sus ensayos han sido traducidos a más de treinta idiomas. Se destacan Una historia de la lectura y La biblioteca de noche. Ha recibido los premios Roger Caillois, Grinzane Cavour y Medicis. Fue jurado del Premio Clarín Novela en 2007 y 2008.