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María Moliner, todas las palabras de una vida

Dirigida por Oscar Barney Finn, El diccionario rinde homenaje a la mujer que escribió sola una obra útil y monumental sobre la lengua castellana.  

 

FUENTE: Revista Ñ (24/03/2017)

 

Es curioso cómo una mujer puede ganar su lugar en la historia con mayúsculas a fuerza de pasión y perseverancia, y con la formación adecuada. María Moliner, de cuyo Diccionario de Uso del Español (DUE) con el que desafió a la Real Academia Española (RAE) acaban de cumplirse 50 años, tuvo –sobre todo– convicciones.

 

Los olvidos y humillaciones a los que fue sometida, dada su posición política y las convulsionadas circunstancias de su época, no lograron doblegar su obsesión: el diccionario.

 

Medio siglo después, Moliner no sólo ha ganado su lugar en la historia de la lengua española, sino que además es protagonista de una película documental, de una obra de teatro, de una ópera, de infinidad de artículos académicos y de una reciente reedición de su monumental obra con motivo de la celebración comentada, a cargo también de Gredos (hoy RBA), que publicó en su momento el diccionario que ella sola escribió durante quince años.

 

Coincide con el 50° aniversario del DUE la reposición de El diccionario, la pieza teatral de Manuel Calzada Pérez, en El Tinglado, con dirección de Oscar Barney Finn y protagonizada por un trío de actores notables: Marta Lubos, Daniel Miglioranza y Roberto Mosca. En paralelo, en España acaba de estrenarse el documental María Moliner. Tendiendo palabras, de Vicky Calavia. Y la ópera, que lleva el nombre de la historiadora que devino en lexicógrafa sin título oficial, es de Paco Azorín y se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, en Madrid, el año pasado.

 

Vale decir que María Moliner, izquierdista en una realidad franquista, trascendió su tiempo. Sin embargo, en esa vida dedicada a tender puentes con las palabras desde 1951, cuando los hijos comenzaron a dejar la casa paterna para seguir sus derroteros, estas la abandonaron a mediados de los años 70, cuando una enfermedad cerebral la llevó a una pérdida gradual de memoria. Una cruel paradoja del destino: la mujer que amó las palabras murió sin ellas y sin memoria.

 

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