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Trabajo formas clásicas. Aunque siempre las subvierto. Les busco el elemento punk

Por Joaquín George

 

Entrevista al poeta puertorriqueño/neoyorquino Urayoán Noel. Invitado especial de la FIILE al 25o Festival de Poesía de Rosario.

 

¿Cuál es tu cuento preferido?”.

 

Uf, cuento… Tendría que decirte que mis cuentos familiares. Son los cuentos que me hacían mis abuelos, que son fuertemente hiperbólicos. Tienen un fuerte componente de performance, también. Que, un poco lo adapto al tipo de cosas que yo hago. Pensando ahora en el huracán que acaba de devastar Puerto Rico, me acuerdo de los cuentos que me hacía mi abuela de los huracanes en los Años Treinta. Ir de compras con mi abuela y que me dijera [lo dice con voz de anciana]: “Ahora, mira estas frutas lo caras que están”. Y obviamente con la coincidencia de que esas frutas venían de Estados Unidos en navieras, por la colonia que somos, ¿verdad?  [Continua]: “Estas frutas que se pudrían en el campo después del huracán. No había nada que comer y mi papá me decía: los quiero mucho mis hijos, pero tomen lo que encuentren para comer”. Ella se comía las frutas que se pudrían en el campo, y se quejaba todo el tiempo del costo desorbitado de esas frutas, ahora. Así que nada, creo que el cuento familiar tiene un fuerte componente teatral, o hiperbólico, o lúdico, que se refleja un poco en el tipo de trabajo que yo hago. Pero si querés que te dé una respuesta más literaria, qué se yo, “vámonos clásicos”, digamos que El Quijote. ¿Por qué no? Cuento dentro de cuentos, elemento lúdico, hipérbole también, distinguir entre realidad e ilusión. O sea, esas hipérboles me las contaban mis abuelos y yo decía: “bueno, sí, esto es falso”. Y me di cuenta de que no importaba. Que lo que importaba era crear el efecto, ¿verdad?

 

Vivís en el Bronx: ¿qué es el Bronx?

 

Je, tremenda pregunta. Bueno, el Bronx es uno de los cinco “condados”. Boroughs. Serían los barrios que componen la ciudad de Nueva York. Y nada, tiene un fuerte historial. La gente piensa en el Bronx y piensa en el sur del Bronx, la historia del hip hop, la salsa, el latin jazz. Y eso es fuertemente en el sur del Bronx, el área más cercana a Manhattan, y lugar históricamente inmigrante y pobre. Pero hay otras áreas del Bronx, de clase media. Incluso áreas de clase media alta. Áreas con mucho parque, también.

 

Mucha mixtura también, ¿no?

 

Sí, seguro, eso en todo Nueva York. Creo que para mí tiene un componente familiar porque mi bisabuela se mudó al sur del Bronx (cerquita de donde estoy viviendo) en los años 40. Creo que se había divorciado, que en ese momento era un escándalo. Nadie se divorciaba. Y se recreó, hizo su vida de nuevo en el Bronx. Ella es la mamá de mi abuela. Por el lado de mi abuelo, también. Creo que eran como quince hijos y un montón se fueron a Nueva York. Así que tengo familia por ambos lados en Nueva York. Entonces en mi casa (aunque me crié en Puerto Rico) el Bronx era casi metonimia de Nueva York. La gente no decía: “Ah, tu prima está en Nueva York”. Decía: “en el Bronx”.

 

Claro, es una especie de representación de la totalidad de Nueva York.

 

Así es, así es. Que no lo es, porque Nueva York tiene tantas cosas, que resiste la metonimia, la sinécdoque. Pero para mí era “el lugar”. Y bueno, tuve la posibilidad de mudarme a Nueva York, y por ahí he seguido.

 

Muy bien, ¡estás siguiendo los pasos de tus ancestros!

 

¡No creo! [se ríe]. Había acabado mi maestría en Stanford, y me di cuenta de que no quería seguir para el doctorado. Básicamente: abandoné. Todo el mundo escandalizado. Mi mamá escandalizada [Imita burlonamente a su madre]: “¡tienes un doctorado pago y te estás yendo!”. No quería. Estaba ahí la tensión entre lo creativo y la formación profesional. Mi mejor amiga consiguió una beca para hacer curaduría de arte en el Smithsonian (en Washington DC) y le hacía falta alguien que le cubriera el alquiler de su apartamento, y me dijo: “bueno, si te quieres mudar para Nueva York…”. Esa amiga es ahora la directora del Loisaida Inc. Center, un centro cultural puertorriqueño y latino en el bajo Manhattan. Y todos somos amigos de Puerto Rico. Tengo esa experiencia muy especial de que colaboro, y creo, y me emborracho ahora, con la misma gente que hace veinte o veinticinco años. Y eso es bonito.

 

Recién mencionaste al Quijote, ¿por qué hay que leer a los clásicos?

 

No creo que “hay que leer” a los clásicos. Creo que siempre mi actitud fue un poco de nerd. La misma actitud de nerd que tenía con los libros, la tenía con la música. Quería saber. Quería entender. Me encanta crear conexiones disimiles. Me gusta eso del Quijote mismo, un texto tan generativo. Tienes ochenta narradores, y narradores falsos, y narradores imposibles. Casi es, como una novela fracasada; de ahí vienen Macedonio y Borges: toda una literatura meta-comentando el fracaso (que es un triunfo) del Quijote. Así que me fascinaba esa idea de: “como poeta no puedo hacer una novela, pero tal vez puedo hacer (como diría Macedonio) una novela mala”. Pienso que tal vez ahora, me he movido un poco más hacia la improvisación, y parte de ello es hacer poemas que grabo en mi teléfono y luego pongo en youtube. Que luego transcribo y publico (a veces mencionando que son transcripciones, y a veces no. Me gusta jugar con eso).  Lo pienso en ese sentido como “mi novela mala”. Se ha vuelto sin yo pensarlo, una serie de instalaciones narrativas. Y cuando enseño Novela del siglo XIX, me doy cuenta de que “toda esa gente” estaba escribiendo para periódicos, para diarios. Dostoievski tenía un problema con apostar, un vicio. Creo que le debía dinero a alguien y escribió algo así como la mitad de Los hermanos Karamazov en dos semanas (algo absurdo) para pagar sus deudas. Así que nada, hay algo fuertemente artificial, contingente, en ese tipo de escritura “procesual” (si se quiere). A mí, que no tengo esos dones o dotes narrativos, me ayudó a desmitificar la novela. No hay que tener un talento especial. Tal vez, para hacer una gran novela sí. Pero no una novela mala. O una novela procesual. Así que he estado pensando más y más elementos narrativos en mi poesía, aunque no me considero un novelista, ni creo que quiero considerarme (aunque escriba una novela). Me identifico siempre con la novela mala. Creo que también tenemos eso en Puerto Rico. Es una islita que resiste a la novelización. Eso dijo García Márquez cuando nos visitó: “ni el realismo mágico aplica en este lugar”. Aunque tenemos muy buenos novelistas.

 

La idea barroca de Lezama Lima…

 

¡Si!, La Expresión Americana; me encantó eso. Esa idea de que el barroco latinoamericano no es ornamental, sino que responde a los accidentes del paisaje. A un paisaje que tiene tantos accidentes, tantas irregularidades topográficas, tantos choques y violencias coloniales: hay que escribirlo desde un barroco que tenga esa sinuosidad, que tenga esa irregularidad. Es fabuloso, y eso que no se ha traducido (curiosamente).

 

¿Qué foto tenés colgada en tu habitación?

 

¡La foto! Sabes que me acabo de mudar, así que no tengo ninguna foto. Bueno, tengo una de Pedro Pietri “el poeta Nuyorican” pero es en el pasillo, entre mi oficina y la recámara. Pero la de Pietri la llevo conmigo siempre. Fue un mentor en la “sana Nuyorican”, un loco fabuloso, visionario. Pero estoy buscando otras fotos. Quiero una de Josefina Báez que ha sido otra mentora para mí. Le pedí a un amigo una de Silvia Rivera, la pionera trans de Stonewall, que me encanta. Hay una foto fabulosa de ella con su amiga, en una parada gay en Manhattan, en los años 2000. Así que nada, me gustan esas figuras rompe-esquemas, excéntricas, que no aceptaron un NO. Didn’t take NO for an answer, como diríamos en inglés. Pero, creo que lo que tengo ahora cerca de mi cama, es como una reproducción de un mapa antiguo de Estambul.

 

¿En qué lugares hallás arte?

Uf, fuertemente en la ciudad. Me crie en San Juan, que, bueno, es urbano dentro de lo que puede ser “el Puerto Rico urbano”. Y llevo mucho tiempo en Nueva York. Así que mi vida se da en hacer el traspaso entre ciudades. Y mucho de mi trabajo no solo es improvisado, sino que casi es “apropiado de la ciudad”. Hago instalaciones de sonidos. Lo que hago es caminar y las cuelgo en websites, o las presento en algún lugar. Así que, esto en parte es una búsqueda estética y en parte es una respuesta a las condiciones en que todos estamos viviendo. Me doy cuenta de que paso tanto de mi tiempo contestando mails y preparando cosas en la computadora, que lo que menos quiero hacer cuando acabo eso, es sentarme en la computadora a componer poemas. Así que trato de encontrar otra manera de componer, que sea más inmediata, y que me deje combinar el escapismo que me da la ciudad, con la libertad que exijo siempre de la creación.

 

¿La poesía como escape?

 

SÍ, siempre tiene que serlo. El mundo es horrible. Paradójicamente soy un poeta con fuertes compromisos políticos. Pero, un poco la idea es eso mismo. O sea, el mundo es horrible, hay mucho sufrimiento y aunque suene “Cándido”: creo en la estética. Me gustan mucho los poetas decadentes franceses. Uso rimas en mis poemas. Trabajo formas clásicas. Aunque siempre las subvierto. Les busco el elemento punk. Pero sí. Aún dentro de lo feo, del ruido punk, la disonancia en la ciudad, los ritmos remezclados: puede haber belleza. Y “tiene” que haber belleza. No sé si tengo nada nuevo que aportar ahí. Soy como el flâneur baudeleriano que se mueve por la ciudad en disonancia e identificación a la vez. Y eso a su vez depende de un privilegio: soy un profesor, me muevo en un barrio (el sur del Bronx) que es fuertemente pobre. Así que reconozco mi privilegio, tanto como mi necesidad de libertad, en ese caminar.

 

¿Qué poema le regalarías a alguien que nunca leyó poesía?

 

Mm, tremenda pregunta. Creo que depende de quién es la persona. Buscaría algo afín a su contexto y a su experiencia. Por eso siempre defiendo… Yo no hago slam, pero escribí un libro sobre poesía Nuyorican (Nuyorican Poets Café). Donde no empezó el slam. Básicamente Nuyorican se la robó a Chicago, como le pasa siempre a Chicago “bendito”, que crea muchas cosas, pero Nueva York se las lleva y las reclama, y las globaliza. Así que, fui a muchos slams en mi vida. Y si bien la calidad no es la mejor, creo que no importa. Lo importante es que la gente empieza por ahí. Se descubren. Buscan una conexión afectiva y vivencial con su situación, y se dan cuenta de que la poesía no es solamente “contar silabas” como hacían en la escuela, sino que puede ser una herramienta de búsqueda personal, de crítica, de rebelión, de sanación, o lo que sea. Así que, por ahí se empieza. Creo que, si tú eres de un contexto como el del Bronx, o tal vez si es alguien más joven que le gusta el hip hop, lo llevo a un slam. Si es alguien con una sensibilidad, tal vez más irreverente, le traería algo como Pietri. Para mucha gente La Diáspora es un texto muy importante. Y transmite la idea de que la poesía puede ser así de sarcástica y así de oscura, pero a la vez movilizarnos políticamente.

¿En qué tipo de movimientos políticos creés?

 

Bueno, citando un poco a Pietri. Se desafilió de los Young Lords (que eran como los “Black Panthers puertorriqueños”) porque pensó que se estaban poniendo muy militaristas; que estaban reproduciendo la lógica militar contra la cual estaban peleando en el contexto de Vietnam. Si te pareces a la army de los Estados Unidos…Y Pietri sirvió en Vietnam, sirvió en el Tet Offensive, y lo reclamaba dentro de su mitología: “me volvieron loco, me metieron agente naranja y miren lo loco que soy ahora”. Pero era parte de su visión política. Él decía: “soy estrictamente anarquista”. De alguna manera, apoyaba la independencia para Puerto Rico, pero lo hacía siempre desde una perspectiva fuertemente anarquista. “Si van a liberar a Puerto Rico para imponer estas mismas estructuras, no me llamen”. Me gusta esa idea de que los poetas pueden participar de esos movimientos, pero siempre haciendo la distinción de que “mi política” tal vez tiene que ser excéntrica, tal vez tiene que ser irreproducible, porque depende de mi cuerpo, de mis coordenadas, y de mis vivencias. Eso es lo que puede dar la poesía: una política necesariamente personal, necesariamente parcial. Pero creo que también hay tantas tradiciones de “políticas en la poesía”, que podemos ser como investigadores, también. Siempre que tengo que dar una clase sobre “Whitman y la poesía política”, hay tantas lecturas abyectas y hermosas a la vez. Están todos estos poetas de lo que llamaríamos “el Sur Global” (el Global South) tratando de rescatar a Whitman, aunque sea un yanqui imperialista. Empiezo por Martí; pensemos la traducción de Borges de Hojas de Hierba, que es un desastre en mil niveles, pero fascinante; Lorca, obviamente, en Un Poeta en Nueva York; Langston Hughes en el contexto afroamericano; Pedro Mir en Contracanto a Walt Whitman. Así que, hay toda una serie de respuestas de los colonizados diciendo: “Whitman eres nuestro poeta, porque entendiste el estar subyugado de Estados Unidos”. Pero no sé, a la vez sigue siendo una metonimia todo eso. ¿Quién te hizo el comentario en la edición de Leaves of Grass? ¡Emerson! Uf.

 

¿Es mala la traducción de Borges de Hojas de Hierba?

 

Es extraña. Es extraña para mí. Son cosas muy curiosas. ¿Sabes que Whitman le llama Mannahatta a Manhattan? Es el nombre indígena. Entonces Borges (si mal no recuerdo) lo corrige. Le pone Manhattan. Incluso, aunque se criticase la apropiación por parte de Whitman del nombre indígena. ¡Hay que dejarlo! Creo que también todas las partes así “weird”, no me acuerdo si las cambia o las omite.

¡Le saca los errores!

 

[Risas] ¡Sí, erratas! En el periodo modernista estaban traduciendo todos, pero las traducciones a veces son loquísimas porque no estaban pensadas desde la publicación. Eran poetas investigando a otros poetas que les interesaban. La traducción como método investigativo; desde la autonomía del poeta. No pensando en el mercado, o un premio, o hacer la versión más acertada, más fidedigna. Pienso en “la Mistral” de Langston Hughes; William Carlos Williams que tradujo a medio mundo; Rokha, poeta tristemente olvidada en los 30’s en Estados Unidos. Tradujo a Paz. Bueno, podemos hablar toda la tarde de eso, pero hay un fuerte componente ideológico en la traducción, ¿verdad? O Explicito o implícito. Porque refleja los valores de su época, o porque “quiero imaginarme al poeta X como yo me lo imagino”, y no como es en su condición personal, social, histórica y política.

 

Sos como un anfibio. Te movés en las dos lenguas. De la poesía se puede pensar que parte de una lengua, pero en tu caso me da la impresión de que te llega en ambas. Porque no agregás elementos del inglés a un poema en español, sino que hay versos en inglés y versos en español.

 

Sí, parecerá artificioso, pero de hecho no lo es. Vivo en los dos idiomas. Así me expreso. Así proceso la realidad. Me crié en un hogar bilingüe y también tengo un fuerte componente afectivo hacia mi papá, que murió. Era gringo, entonces hablaba [imita a un yanqui hablando español] “el español perfecto porque vivió toda la vida en Puerto Rico, pero nunca perdió el acento. Así que, si me oyes en una performance cuando hablo el español así, no es caricatura solamente. Es cómico, es parte del performance, pero lo estoy recuperando, y ahí mi: elemento afectivo”. Creo que mis padres me enseñaron, afortunadamente, que los acentos estaban bien. Que todos ensuciamos el lenguaje. Y así, es parte de cómo ellos se amaron, ¿verdad? Lo mismo [imita a una latinoamericana hablando inglés]my mom with her accent in English, which she never lost. El puerto-rican accent”. Uso los dos acentos como parte de mi performance y es divertido, pero también es político. Es pensar que “esto también es inglés” y “esto también es español”. Esos límites de la lengua nos dicen más sobre el lenguaje mismo, que todos los intentos por sistematizarlo. Porque los lenguajes están cambiando siempre. Y bueno, papi se confundía, mami se confundía. De hecho, lo que hice anoche: de leerle un soneto de Sor Juana al teléfono y que me lo transcribiera en inglés. Mami me dijo: “Bueno, tengo este teléfono, estos nuevos de ahora, trato de hablarle en inglés, pero hace cosas extrañas con mi acento”. Cuando no hallan la palabra, te buscan una palabra de los negocios. Si dices bla bla bla, ¡te pone email! Probablemente tiene un algoritmo que privilegia esas palabras. Si hay un sonido que se parece un 1%, te empata la jeringosa que dijiste, con email. Eso está en mi libro Hi-density Politics de 2010. Era un momento más temprano para el reconocimiento de voz en los teléfonos, que es como si te leyera el Nasdaq, la caja banquera. Eso es el neoliberalismo. La parodia más absurda. Todo es dinero y dinero. Mándame un email. Vamos a invertir en la bolsa de valores. Todo es absurdo. Así que me gusta esa idea de que los acentos pueden subvertir y desnudar, revelar la ideología trasparente de la tecnología, que pensamos como neutra pero que no tiene nada de neutra. Está hecha para un usuario normativo. Y “nuestros ingleses” y “nuestros españoles” pueden interrogar los límites de esa programación.

 

Es interesante como subvertís la tecnología.

 

Si, bueno, no hay nadie que haga algo acá con el lunfardo. Sería lindísimo. Eso me impresionó cuando fui a Río de Janeiro. No sé, si me lo inventé, pero juraría que el taxi que nos llevó desde el aeropuerto tenía el GPS no solo en portugués brasilero ¡sino también en carioca! Y yo dije: “guau, la economía brasilera sí que está bien”. 

 

 

Urayoán Noel es profesor en los Departamentos de Inglés, Español y Portugués de la New York University y en el MFA of the Americas de Stetson University. Ha publicado seis libros de poesía, textos de performance poético, y un estudio critico titulado In Visible Movement: Nuyorican Poetry from the Sixties to Slam, con el que ganó el LASA Latino Studies Book Prize. Ha recibido becas de la Ford Foundation, la Howard Foundation y el taller CantoMundo. Su blog es wokitokiteki.com.