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El español, una lengua para el siglo XXI

El proyecto de Estado «El español, lengua global» debe permitir que las tecnologías del lenguaje abran campo a nuestra cultura en el mundo

 

FUENTE: ABC / Por Fernando R. Lafuente (25/01/2018)

 

El español es el más sólido emblema de la Marca España y el «petróleo» de la sociedad iberoamericana. La lengua española es una lengua forjada por viajeros, andariegos e inmigrantes (Carlos Fuentes), lengua de muchas lenguas, lengua de mestizajes, de emprendedores y de creadores. El lanzamiento ayer, por parte del presidente del Gobierno de «El español, lengua global» es el aldabonazo que tras décadas de trabajo, esfuerzo, riesgo y recursos permite augurar que estamos ante el gran reto de convertir al viejo y noble idioma castellano en una lengua para el siglo XXI.

 

Global, porque esa es su vocación desde que su expresión se agrandara en América, se fortaleciera y se enriqueciera al otro lado del Atlántico. Fue un viaje de ida y vuelta que vertebró lo que ahora, con toda propiedad cabe denominar cultura en español. Sin fronteras, ni muros. Ya en el prólogo al Persiles, Cervantes advertiría: «Viajar hace a los hombres discretos». Discretos en cuanto a que andar y ver, compartir y expandir, hace a las gentes mejores. Ahora lo crucial, tras este muy esperanzador anuncio, será la creación de sociedades del conocimiento, industrias culturales comunes y desarrollo de los medios de comunicación y las redes sociales, lo que ayer en el marco del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el presidente del Gobierno señaló como la «universalización del conocimiento en español», a través, de manera especial, de «las tecnologías del lenguaje». He ahí su mayor reto.

 

Una universalización transversal, con «vocación global». Nada hay más vertebral que la lengua y nada, hoy, más avanzado que las industrias de la cultura que generan en torno al 6 por ciento del PIB español. Los volúmenes publicados por la Fundación Telefónica, bajo la dirección de los profesores José Luis García Delgado, Juan Carlos Jiménez y José Antonio Alonso, dedicados al valor económico del español pusieron de manifiesto la impronta que la lengua tiene en el resto de actividades económicas, así como la potenciación de lo que se ha dado en llamar las humanidades digitales.

 

No sólo es el reflejo de las actividades culturales sobre el desarrollo económico, también lo que se ha denominado en múltiples foros, «los impactos indirectos»: creatividad, innovación, emprendimiento, inversiones, turismo cultural y general. Sólo en la Unión Europea genera más de 5 millones de puestos de trabajo, un 3,1 por ciento de la población activa y un 3 por ciento del PIB, por delante del 2,3 del sector químico; 2 por ciento de la alimentación; 2,1 del sector inmobiliario o el 0,5 de la industria textil. Piense el lector si ese 6 por ciento del PIB español se incorpora al resto de los alcanzados por el conjunto de las 22 naciones que se expresan y crean belleza, comercio e industria en español.

 

Esta lengua global es una herramienta de comunicación extraordinaria en un mundo cada vez más dependiente de la información, y vínculo de unión. Según proyecciones de Naciones Unidas en 2050 la población de Iberoamérica y el Caribe se situará en torno a los 800 millones de personas, mientras que la de Europa se habrá reducido a 600 millones; cerca de la mitad de la población de Estados Unidos podría hablar español. Por tanto, es clave subrayar el término «global», pues cabe preguntarse dónde estará el centro y dónde la periferia.

 

Como la expansión del inglés -y en el caso del español, esa expansión ha sido necesariamente diversa: vocabulario, modismos, acentos y demás variantes- el español camina hacia un carácter poliédrico. Sin centros, ni periferias. El español global tiene muchos centros y muchas periferias. Porque, de acuerdo a lo escuchado ayer, el presente y el futuro del español no está sólo en el aumento del número de hablantes en Estados Unidos, Brasil o China, sino en las expectativas de mejora que otorga su conocimiento y su uso. Esa irrupción de redes de hablantes que intercambian ideas, sueños, emociones, pero también productos, mercados y soportes, y lo hacen en español porque éste otorga calidad, seguridad y autoestima a sus vidas y a sus sociedades, es lo que se pone en marcha de manera institucional. Bien venido sea. Queda la gestión, la estrategia y el muy necesario apoyo de los sectores privados. Esto último resulta esencial y habrá que movilizarlo.

 

El español global es un capital económico, cultural y simbólico; un formidable recurso educativo y, por supuesto, empresarial. La suma es: Marca+Valor= Español Global. La lengua tiene como fundamento antropológico la noción de diálogo, y por tanto fomentar su proyección y presencia es ocuparse de lo que la transciende. El español global como cultura, como sustentador de redes internacionales, como vehículo de negocios, como espacio comercial, como creación estética es el espacio que se pretende ocupar. Y más que vendrán. Este español global que con enorme sentido definió el historiador Manuel Lucena Giraldo como «la mayor inteligencia colectiva que poseemos en común». Nada menos.