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Un buen momento para los grandes

Industria editorial regional. Con modelos diferentes, México y Argentina son los dos polos en América Latina. Uno, basado en el Estado; el otro, privado.

 

FUENTE: Revista Ñ / Por Carlos Adrian Maslaton (24-04-2015)

 

Soplan vientos propicios para la industria editorial en Latinoamérica? La opinión de los referentes de algunos de los principales jugadores del mercado y las estadísticas oficiales permiten afirmar que el panorama comercial es benigno, pero en un marco de concentración del negocio en manos de gigantes editoriales que han absorbido a la mayor parte de las editoriales de porte mediano, redefiniendo el tablero del negocio del libro e instalando un escenario de actividad concentrada que se percibe como un camino sin vuelta atrás. En 2014, la adquisición de los sellos Alfaguara, Aguilar y Debate por parte del Grupo Penguin Random House terminó por consolidar su estatus de emporio editorial en el mercado de habla hispana, preeminencia que detenta en pugna con el Grupo Planeta, que también se ha posicionado como un potente asimilador de sellos prestigiosos (Seix Barral, Tusquets) pero de alcance comercial más acotado.

 

“El negocio editorial en América Latina está pasando por un muy buen momento, traccionado en gran medida por la situación económica de los países que, en general, durante 2014 fue positiva –evalúa Javier López Llovet, director general de América Latina del Grupo Penguin Random House-. Los países más fuertes, básicamente por el tamaño de sus mercados, son México y la Argentina. Colombia también es un país con una industria editorial potente, fruto de beneficios fiscales históricos concedidos al sector, que en algunos casos los exime del pago del impuesto a las ganancias para fomentar la producción. Perú es otro país que ha crecido en los últimos años”. La mirada sobre el estado de situación de Alejandro Archain, gerente general de la filial argentina de Fondo de Cultura Económica (FCE), apunta más hacia la percepción del claroscuro: “La concentración impacta obviamente en el mercado, pero no es nueva. Se ha dado, desde los 90 para acá, en distintas industrias, incluso en el sector librero”. Si bien analistas de mercado señalan como motivos de la concentración editorial el avance de la librería electrónica Amazon y la amenaza de la creciente piratería, Ignacio Iraola, director editorial Cono Sur, aporta su experiencia práctica: “Las editoriales más chicas empiezan a perder su cuota de mercado, les cuesta más mantener sus estructuras, sus autores son tentados y absorbidos por los grandes grupos, y el proceso decanta, finalmente, en la compra de esas editoriales”, analiza.

 

“En líneas generales, en la región la situación de la industria del libro es buena, sobre todo si se la compara con épocas de gobiernos dictatoriales o de fuertes crisis económicas desatadas en los distintos países. Y si bien a partir de 2007 comienza un retroceso, en la Argentina tuvimos muchos años de crecimiento económico, que han favorecido el consumo cultural, pero también hay problemas que no podemos desconocer”, objeta Archain. Sobre los aspectos negativos, especifica: “En nuestro caso, si bien producimos en la Argentina, hay una parte que importamos de México y otras filiales, y tenemos que hacer permanentes gestiones por el tema de las restricciones a la importación; es un problema, también, trabajar en un contexto de alta inflación, con un constante aumento de los costos fijos que termina afectando la rentabilidad”. Para los grandes jugadores, como el Grupo Planeta, la situación se perfila promisoria: “En la convención que tuvimos en marzo en Perú, de la que participaron editores y directores generales de España y toda América, se vio al mercado en alza, y en Europa perciben a América Latina como la nueva esperanza por su nivel de crecimiento, que está ya a la par del mercado español –sostiene Iraola–. En 2014, en los mercados de Argentina, Chile y Uruguay, vendimos 9 millones de ejemplares. En México y Colombia –las otras dos sedes importantes de la región– el crecimiento anual fue del 10%, cifra nada desdeñable, que puede crecer más”. Las ventas abarcan libros infantiles, narrativa adulta, el formato de bolsillo y las ediciones exclusivas para supermercados.

 

Iraola y Archain concuerdan en que, a modo de efecto colateral positivo, el proceso de concentración editorial ha favorecido, en los últimos años, el surgimiento de pequeñas editoriales independientes que han abierto un abanico de oportunidades de edición para autores sin llegada a los grandes grupos.

 

 

México y Argentina, dos modelos

La industria editorial en México y Argentina está basada en modelos distintos. El mexicano, es paradigmático del modo en que el Estado interviene en la producción editorial. “En México la producción editorial está dominada por el sector público debido al programa de libros de texto gratuitos en educación primaria”, explica Ricardo Cayuela, editor y director general de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), el principal competidor de la industria editorial es el Estado, ya que del total que se publica, alrededor del 60% proviene de instituciones públicas. “La Comisión de Libro de Texto Gratuito (Conaliteg) –un programa estatal– dedica el 80% de su producción total a libros de texto gratis para primaria, alrededor de 150 millones de ejemplares al año. Por otra parte, otros 10 millones son producidos por distintas dependencias, como el Fondo de Cultura Económica (FCE), la Universidad Autónoma de México (UNAM), Conaculta y universidades estatales”, consigna Cayuela.

 

“En la Argentina, históricamente, el Estado no ha sido un comprador importante. Sin embargo, en los últimos años, el Gobierno ha invertido mucho dinero en compra de libros y lo ha hecho con dos rasgos destacables: transparencia y diversidad, porque le ha comprado a editoriales pequeñas y medianas. Para una editorial muy pequeña, que le compren 10 mil ejemplares de un libro apuntala su crecimiento”, afirma Archain. López Llovet coincide en la evaluación: “En la Argentina, en los últimos años, el Estado ha tenido un papel muy activo en la compra de libros para los colegios, tanto en libros de texto como en lo que llamamos literatura complementaria. En libros de texto la participación respecto a la venta total es muy relevante; en literatura, depende mucho del tamaño de la empresa. Los volúmenes por título en algunos casos pueden ser muy grandes y eso da una ayuda decisiva a las editoriales más pequeñas que apuestan por esos autores”.

 

Los números son el mejor reflejo de la situación real del mercado: “En Siglo XXI exportamos cerca del 22 por ciento de nuestra producción y deberíamos crecer más–explicita Díaz, director de la filial argentina de Siglo XXI Editores.–. Publicamos, en novedades, 50 publicaciones por año, y en impresiones, incluyendo lo nuevo y las reimpresiones, rondamos los 400 mil ejemplares anuales”.

 

La exportación de libros durante el ciclo 2013 le reportó a la Argentina 31, 3 millones de dólares, mientras que las importaciones representaron un monto de 55,1 millones de dólares.

 

En el caso de México, las exportaciones fueron de 150,5 millones de dólares y sus importaciones de 371,2 millones. Brasil marcó 18, 4 millones de dólares en exportaciones y 170 millones de dólares en importaciones, mientras que Colombia registró 63,6 millones de dólares en exportaciones y 89,4 millones en importaciones, según las estadísticas reflejadas por El libro en cifras del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc).

 

En 2014, la industria editorial argentina –conforme a las estadísticas anuales difundidas por la Cámara Argentina del Libro (CAL)– produjo 128.929.260 ejemplares, de los cuales 24.089.511 pertenecen a editoriales que distribuyen sus productos en el circuito comercial.

 

Por su parte, la industria editorial mexicana produjo 340 millones de ejemplares y vendió 147 millones en 2013. De la producción total, 145 millones corresponden al sector privado, mientras que 195 millones fueron editados en la esfera pública. El 45,8% de las ventas pertenece a Educación Básica, mientras que los textos literarios apenas representan un 5,5% de las temáticas más vendidas, según un relevamiento realizado sobre 220 editores del sector privado por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), en 2014.

 

“Una cosa es el negocio editorial y otro el negocio del libro. En la Argentina hay buenas editoriales, y exportamos a toda Latinoamérica y España. En otros países del continente, la situación es distinta: Chile no exporta libros, Bolivia, Uruguay y Venezuela tampoco. Salvo México, Argentina –y Colombia en un escalón menor– el resto no es significativo. En los otros países, lo que funciona es el negocio del libro, se dedican a importar y a distribuir, y a publicar a autores locales en una escala pequeña”, analiza Carlos Díaz. Para hablar de industria editorial, considera Díaz, hay que disponer de una masa crítica de lectores, autores, tradición editorial, una red de librerías que pueda sostener una oferta compleja y buenos traductores.

 

En el caso de Fondo de Cultura Económica (FCE), esta editorial financiada por el Estado mexicano tiene sucursales en EE.UU., España y en distintos países latinoamericanos. “Cada una de esas filiales tiene su propia librería, lo cual permite tener materiales que se producen en otros países, sin depender de distribuidores o importadores”, explica Archain. ¿De qué modo circula la producción entre las filiales de las editoriales con presencia en todo el continente? Muchas veces, los libros no se consiguen a pesar de esa cobertura continental. “Existe gran interconexión entre nuestras filiales –sostiene López Llovet–, aunque funcionan con independencia a la hora de elegir qué títulos publicar, tanto locales como internacionales. Cada mercado tiene su idiosincrasia, tendencias que sólo pueden ser entendidas y decodificadas desde una visión local. Todos publicamos a los grandes autores, pero la mayoría son apuestas de los equipos editoriales locales”. Para FCE, “la mayor cantidad de títulos los produce la casa matriz en México –explica Archain– y sus filiales editan en distintas escalas: la de Argentina es la que más produce, con 30 novedades al año. Los autores que pueden interesar en distintos mercados se exportan tanto a México como a otros países de la región. Los textos de perfil más doméstico, se exportan menos”.