Colección "La Querella de la Lengua"

Fernando Alfón

Americanismos

 

Autor: Miguel de Toro y Gisbert 

Título: Americanismos

Fecha de edición: [1912]

Lugar de edición: París

Imprenta: Librería Paul Ollendorff

Información adicional: El libro no confiesa año de edición, pero debe ser 1912 porque, en la página 15, Toro y Gisbert confiesa que han pasado 40 años del trabajo de Gaston Maspero: «Sur quelques singularités phonétiques de l’espagnol parlé dans la campagne de Buenos Aires et Montevideo», publicado en París, en 1872.

Fuente: Biblioteca Nacional de España

 

 

 

       A principios de la década de 1910, Miguel de Toro y Gisbert publicó en París sus Americanismos, cuyo primer capítulo embiste «contra los fanáticos partidarios de una estrafalaria emancipación lingüística, que quisieran convertir el español de los argentinos en una lengua análoga al francés de los haitianos...» (p. 6). Esa estrafalaria emancipación remite principalmente al autor del Idioma nacional de los argentinos, Lucien Abeille, a quien Toro y Gisbert cree equivocado por dejarse conducir por tres impresiones funestas: la que lo sorprende ante los fenómenos de la lengua en Argentina; la que lo induce a engaño por mal interpretar lo gauchesco; y la que lo hace desdeñar, como es propio de los franceses, todo lo que provenga de España. Luego, afianzado en esta triple ofuscación, Abeille se empeñaría en demostrar que hacen bien los argentinos en destrozar la lengua de sus antepasados. Toro y Gisbert encuentra que las variaciones que releva Abeille en la lengua argentina son equivalentes a las que podemos hallar, no solo en el español de cualquier país hispanoamericano, sino en el de la misma España: «Deben pues desengañarse los partidarios de la Babel sudamericana. Hablan español y de España les vino su lengua, con todos sus defectos, así como con sus elementos de progreso» (p. 25).

 

         Sin embargo, Toro y Gisbert sabe que, en cuanto a la cuestión del divorcio idiomático entre América y España, no solo hay que refutar a Abeille, sino a Rufino Cuervo, a quien consagrará el segundo capítulo, «La lucha de las lenguas y el separatismo lingüístico», ensayo que atenderá dos causas distintas: una lingüística, otra política. En cuanto a la primera, no cree pertinente comparar la ruina de la lengua latina con los avatares de la lengua en América; el camino evolutivo de las lenguas no sucede igual en unas que en otras, ni son equiparables sus fatalidades. La invasión de elementos extraños, condición imprescindible para corromper una lengua, no resulta decisivo en aquellas lenguas que ostentan vigorosidad y altas defensas. El español, por el número de hablantes en América y por sus propias virtudes, tiende a expandirse aún más, no a retroceder y disgregarse en dialectos. Es tan capaz de absorber como de asimilar las voces ajenas. En cuanto a la segunda causa, despachados los argumentos que invalidan la gestación de lenguas nacionales en Hispanoamérica, Toro y Gisbert cree que, en el fondo, es un antiguo rencor hacia España lo que aviva al separatismo, rencor que, por lo remoto, debiera dejárselo en paz. «Ya no hay opresores ni oprimidos, y si nuestros bisabuelos se batieron por las causas igualmente nobles de la libertad y del respeto a las leyes, no debemos nosotros continuar mirándonos con ojeriza» (p. 49). Asumida ya la autonomía nacional entre España y Argentina, entiende que persiste una unión de raza —más firme que la nacionalidad— que traza un puente venturoso, no solo en cuanto a la lengua, sino también en cuanto a la literatura de ambos pueblos. Cuando el celo provinciano de los argentinos cese, concluye, se verá los beneficios de afianzar este vínculo hispano.

 

 

 

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