El año que viví a la vista de todos
De un modo elegante, sutil, uno de los más notables ensayistas argentinos de hoy lleva su intimidad de Facebook al libro impreso.
FUENTE: Revista Ñ / Por Daniel Gigena (02/09/2017)
¿Qué es El tiempo de la convalecencia? El diario que un ensayista y profesor, especialista en diarios íntimos de escritores, escribió en Facebook durante poco más de un año, entre noviembre de 2014 y diciembre de 2015. En los fragmentos, especie verbal alentada por el formato de las entradas de esa red social, se encadenan reflexiones, anotaciones de lectura, registros de sueños y narraciones. “Empezó cuando recuperé algunos signos vitales, algunos ‘apetitos’ después de un tiempo prolongado de sufrimiento”, cuenta.
El diario de Alberto Giordano alberga constelaciones de historias protagonizadas por familiares, amigos y alumnos que un personaje (Giordano) registra con cuidado y simpatía. La ironía, casi siempre, queda reservada para ser aplicada a sí mismo. “La naturaleza me aburre profundamente (tampoco me puede escuchar, ni tiene Facebook)”, anota el 3 de diciembre de 2014. Es así como la levedad vence la solemnidad que repta por los escritos autobiográficos. Pariente cercano de Barthes por Barthes, en El tiempo de la convalecencia se suministran dosis de humor, emoción y perspicacia crítica introducidas con títulos elocuentes. Se forman a veces pequeñas series, como “La memoria de la especie”, donde el padre muerto revive con aires tangueros, o como la que sigue su propio derrotero como padre. El libro está dedicado a Emilia, la hija de Giordano.
También se despliegan, o más bien se resumen, líneas de investigación del autor de El giro autobiográfico en la literatura argentina actual. En “Ficciones autobiográficas: malentendidos II” (otra de las series), señala: “Los que sí menoscaban a veces la condición literaria de los ejercicios autobiográficos son los editores, que exigen testimonios vivenciales cuando el escritor les ofrece la narración de una vivencia íntima”. La retórica de la paradoja, resaltada por la búsqueda de intensidad cotidiana, posee un relieve diferente de los escritos testimoniales perentorios. (Se debe, tal vez, a la necesidad de prórroga que exige la convalecencia). En Giordano, el metalenguaje que aporta su trabajo como crítico suelta posibilidades más inesperadas de Facebook, regidas menos por el ansia de destino que por el juego de la improvisación.
Elvio Gandolfo, Nora Avaro, Juan B. Ritvo y otros, intelectuales y en muchos casos amigos de Giordano, hacen sus cameos en el diario. Las afinidades electivas de Giordano iluminan con gracia el universo intelectual argentino y un modo menos pomposo de compartir (como se dice en Facebook) ideas, puntos de vista y experiencias. Cerca de fin de año de 2015 escribe acerca de Horacio González: “A diferencia de lo que ocurre con otros intelectuales, sobre todo en la madurez, sobre todo si gozan de reconocimiento, González sabe escuchar”. Por medio de esas observaciones, con tacto, el lector crea en simultáneo un perfil del propio autor.