Cerrar los ojos ante la violencia es traicionar el oficio de escritor
Alcalá de Henares (Madrid), 23 abr (EFE).- El escritor Sergio Ramírez ha asegurado hoy en su discurso tras recibir el Premio Cervantes que "no hay nada que pueda y deba ser más libre que la escritura" y que cerrar los ojos ante la realidad de la violencia, el narcotráfico o el exilio es "traicionar el oficio".
FUENTE: La Vanguardia / (23/04/2018)
Antes de comenzar el discurso, el escritor nicaragüense, que luce un lazo negro por los sucesos en su país, ha dedicado el Premio Cervantes que ha recibido de manos del Rey a la memoria de sus compatriotas que en los últimos días han sido asesinados "por salir a la calle a reclamar justicia y democracia".
El autor ha dedicado el premio también "a los miles de jóvenes que siguen luchando sin más armas que sus ideales para que Nicaragua vuelva a ser república".
En su discurso, ha señalado que no se puede ignorar la realidad de los "caudillos del narcotráfico", "el exilio permanente de miles de centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos impuesto por la marginación y la miseria, y el tren de la muerte que atraviesa México con su eterno silbido de Bestia herida, y la violencia como la más funesta de nuestra deidades (...).
Ramírez, que ha sostenido que la novela es una conspiración permanente contra las verdades absolutas, ha tenido recuerdos en su discurso para su país, sus abuelos y su madre, que fue la que le enseñó a leer el Quijote, y ha reiterado su admiración por Cervantes y por Rubén Darío, con quienes la lengua española hizo un viaje de "ida y vuelta".
El escritor nicaragüense ha recalcado que como novelista no puede ignorar "la anormalidad constante de las ocurrencias de la realidad" en la que vive: "Caudillos como magos de feria disfrazados de libertadores" o "caudillos del narcotráfico vestidos como reyes de baraja".
"Y el exilio permanente de miles de centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos impuesto por la marginación y la miseria, y el tren de la muerte que atraviesa México con su eterno silbido de Bestia herida, y la violencia como la más funesta de nuestra deidades (...). Las fosas clandestinas que se siguen abriendo, los basureros convertidos en cementerios", ha enumerado el Premio Cervantes.
Ramírez ha sostenido que la novela debe ser una conspiración permanente contra las verdades absolutas y ha advertido de que el poder, cuando no es democrático, sólo quiere "fidelidades incondicionales".
Por eso, ha dicho, los escritores deben ser más bien "testigos de cargo".
En su discurso en el Paraninfo de la Universidad ha tenido recuerdos para la historia su país, sus abuelos y su madre, que fue la que le enseñó a leer el Quijote, y ha reiterado su admiración por Cervantes y por Rubén Darío, con quienes la lengua española hizo un viaje de "ida y vuelta".
Precisamente ese ha sido el título de su discurso en el que ha explicado cómo la lengua de Cervantes hizo a Centroamérica el viaje de ida cuando en 1605 llegaron los primeros ejemplares del Quijote; Tres siglos después, Rubén Darío devolvió a la península "novedades liberadoras" de la lengua que recibió en herencia de Cervantes, "sacudiéndola del marasmo".
Una lengua que nunca ha dejado de ser cervantina, ha reconocido Ramírez, que ha señalado que el castellano se reinventa de manera constante en el siglo XXI mientras se multiplica y se expande: una lengua viva que "reclama cada vez más espacios y no entiende de muros ni fronteras".
Rubén Darío fue "quien creó nuestra identidad, no sólo en sentido literario, sino como país", ha sostenido Sergio Ramírez sobre Nicaragua, y ha considerado curioso "que una nación americana haya sido fundada por un poeta con las palabras, y no por un general a caballo con la espada al aire".
Y ha recordado cómo Cervantes se convirtió en un modelo "literario y vital" para Rubén Darío y cómo el mismo encontró al Quijote a través de su madre y maestra.
El Premio Cervantes 2017 se ha descrito así como "cervantino y dariano" y ha defendido la independencia del escritor: "a través de los siglos la historia se ha escrito siempre en contra de alguien o a favor de alguien. La novela, en cambio, no toma partido, o si lo hace, arruina su cometido".
También ha hecho referencia en su discurso a su paso por la política cuando, tras participar en la revolución sandinista, fue vicepresidente de Nicaragua entre 1985 y 1990.
"Si un día me aparté de la literatura para entrar en la vorágine de una revolución que derrocó a una dictadura, es porque seguía siendo el niño que se imagina de rodillas en el suelo de la venta presenciando la función de títeres del retablo de Maese Pedro, ansioso de coger un mandoble para ayudar a don Quijote a descabezar malvados", ha rememorado.