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Uno que anduvo en todas

Di Benedetto, periodista. Una antología reúne todos los géneros que cultivó, desde la cobertura de la agenda política internacional hasta la crónica de cine.

 

 

FUENTE: Revista Ñ 02/09/2016 Por Elvio E. Gandolfo

 

 

Cuando uno piensa en el destino biográfico y literario del mendocino Antonio Di Benedetto, cortado en dos por el año y medio de detención y tortura a partir del golpe militar de 1976, surgen casi de inmediato dos nombres que sufrieron el mismo tipo de caída: del paraíso al infierno. Uno de ellos es cercano, el uruguayo Juan Carlos Onetti. En el momento en que era ya Premio Nacional de Narrativa en su país, y en que circulaba ya una Obra Completa de él en la editorial Aguilar, ser jurado de un concurso de cuentos le valió quedar detenido por varios meses. El otro, más lejano, es el húngaro Sándor Márai. Era un nombre clave de la narrativa nacional húngara y europea, a quien comparaban con, por ejemplo, Thomas Mann. Pero también pertenecía plenamente a la burguesía, clase social destinada a desaparecer, según el gobierno comunista que se hizo cargo de su país. Se exilió en 1948 y desde entonces sus libros desaparecieron, prohibición mediante. Recién después de la caída del Muro reaparecieron, intactos. Los tres fueron, además, periodistas.

 

 

Según desde qué parte del país se mire, la carrera literaria de Di Benedetto es más o menos misteriosa. Vista desde Buenos Aires puede ocurrir que cada contacto con lo mejor (la novela Zama, muchos de sus cuentos) provoque el asombro por la escasez o la demora del reconocimiento. Vista desde cualquier lugar del interior (sobre todo desde sus grandes ciudades -Córdoba, Rosario, Santa Fe), hay detalles que explican bastante ese rasgo.

 

 

Por una parte, hasta su detención, fue un periodista “a full”, incluyendo la dirección de un diario importante, Los Andes, de Mendoza, donde emprendió una reforma integral y formó a numerosos periodistas. Por otra, siempre se expresó con claridad sobre su propia formación: el descubrimiento asombrado en la niñez de la revista Leoplán con sus novelas y relatos, y más tarde el contacto con el cine, la admiración por el western. Además, en una autobiografía breve de 1968 manifestó: “Soy argentino, pero no he nacido en Buenos Aires.” En declaraciones posteriores siguió subrayando que no le gustaba la ruidosa capital. “Prefiero la noche. Prefiero el silencio”, escribió. No batió ni mínimamente su propio parche, no hizo ruido. También dijo en ese entonces: “quise ser periodista. Conseguí ser periodista. Persevero”. En su literatura, sin embargo, la dimensión metafísica es clave.

 

 

La flamante y muy amplia compilación de sus Escritos periodísticos 1943-1986 (Adriana Hidalgo), realizada, anotada y prologada extensamente por Liliana Reales, acude a un párrafo muy citable en cuanto a lo cerca que veía sus dos tareas fundamentales, a diferencia de otros autores: “Esencialmente, el escritor es un periodista que no trabaja sobre el tema que sucedió hoy y hay que entregar esta noche para que se publique mañana. El escritor es un cronista; por momentos, entrevistador. Es decir que varios aspectos de la profesión periodística están aglutinados en el escritor.” En ese sentido hay que subrayar que la persona y el lenguaje de Di Benedetto están muy presentes ya en el comienzo, en la revista Millcayac , en 1943, en notas sobre el zoológico de Mendoza, “un rincón desconocido de la capital”, o sobre Juan Bono y Luis Francese, actores mendocinos. La búsqueda de un estilo para pasar al lector su propia curiosidad continuó en notas breves sobre el gran terremoto de San Juan en 1944 para La libertad . Ocho años más tarde aparece en el libro su primer texto para Los Andes : una entrevista a Borges en plena Revolución Libertadora, mezcla de nota y declaraciones, formato que seguiría usando más tarde.

 

 

Anclado al principio en la sección de literatura y espectáculos, publicó notas largas sobre “Historia del cine en la provincia” y “Las artes plásticas en Mendoza” en un formato panorámico, al estilo de los fascículos de los años ‘60. Ya vicedirector de Los Andes , desarrolló a fondo su gusto por el cine. Asistió a los festivales de Cannes, Berlín y Mar del Plata. Las coberturas son ágiles y atentas a los valores diversos de dichos eventos. Hasta cierto punto, está presente la intención de que el lector comparta el festival como si estuviera allí, con detalles sobre hoteles, bailes, escándalos, y puntazos críticos o entusiastas sobre las películas. Es destacable la manera en que “sigue” a Cantinflas no solo en el festival sino también en Buenos Aires. También apunta su fastidio ante la manía del público por pedir autógrafos, más allá de cualquier otro contacto.

 

 

Una buena idea ha sido incluir en notas al pie las introducciones y fotos que ilustran las notas. Di Benedetto aparece en ellas con especial destaque, y posa junto a Georges Simenon, Pablito Calvo, Anna Karina, Cesare Zavattini, Ionesco, Juan Antonio Bardem, Julie Andrews, Claudia Cardinale, Lila Kédrova, Rock Hudson.

 

 

El modo en que Di Benedetto podía encarar un periodismo más clásico y “duro” aparece en sus notas sobre las elecciones presidenciales en Chile de 1964 (con entrevistas a los tres candidatos), y sobre todo sobre la revolución contra Paz Estensoro en Bolivia, realizadas como corresponsal del diario La prensa.

 

 

En el plano literario, entrevista al Nobel Yosef Agnon para La Nación (nota incluida en susCuentos completos ), al crítico Günter Lorenz y a Julio Cortázar en 1973, cuando entró a Argentina por Mendoza. El periodismo posterior a su detención incluye notas sobre un poema de García Lorca, “Cartas de Europa”, última entrevista con Julio Cortázar.

 

 

En los “anexos” figura una larga conferencia sobre “Nuestra experiencia frente al cine y la literatura”. Lejos de tratarse de pareceres estéticos o teóricos sobre el tema (como lo promueve su propia obra) es un largo rosario de fracasos y expectativas diversas en Mendoza, contadas con fervor y paciencia a la vez.

 

 

El gran “bonus track” son las entrevistas que ocupan más de cien páginas finales. Allí figuran desde el periodismo “confesional” de Rodolfo Bracelli, pasando por la agudeza de Ricardo Zelarayán (que declara preferir sus cuentos a la novela Zama ), la entrevista televisiva de Joaquín Soler Serrano, y una entrevista para el diario El País de Madrid, donde se advierte cierta distancia ante él, que le hace menos compleja la tarea de hablar sobre su época de suplicio. En cambio las de Jorge Lafforgue, Miguel Briante, Armando Almada Roche y Jorge Urien Berri escarban en lo mismo con variada fortuna. Di Benedetto demuestra que mantiene toda su nitidez, aunque en más de una ocasión no puede evitar el llanto. Por momentos quebrado, se considera culpable de haber nacido. Incluso declara cómo cuando decidió olvidarse de ese período olvidó también la escritura, que luchó por recobrar. Tanto esa lucha desigual y tenaz como sus declaraciones sobre aspectos del pasado hacen del libro un colaborador importante para penetrar en algunos de los muchos misterios que rodearon su vida.

 

 

Una de las últimas registra, además, cómo, por el típico carácter miserable que suele tener el sistema político y burocrático hacia la cultura, no le renovaron el contrato, lo que le habría permitido estar al abrigo de la penuria económica a quien dedicó sus mejores años y esfuerzos literarios y periodísticos a su país.

 

 

Elvio E. Gandolfo es narrador, poeta y periodista. En 2015 publicó La mujer de mi vida , que reúne ensayos.